Uno de los temas que más me ha atraido desde la niñez, es el del mundo mágico de los bosques. En un planeta como el nuestro, basado en la doctrina de la
razón y donde la ciencia justifica el “avance” de nuestra civilización hacia
cotas insospechadas en comparación con otras épocas, me he sentido en la
tentación de romper una lanza a favor de la fantasía y la imaginación. Si somos
sinceros, los mayores logros de la civilización, han sido conseguidos
precisamente por personas “especiales”, individuos con la virtud del
inconformismo, hombres y mujeres capaces de ver más allá de lo posible, seres
humanos que se planteaban nuevos retos de superación sin darse por vencidos,
aunque las pruebas o experiencias dijeran lo contrario. La medicina, la
ingeniería, la filosofía, la
arquitectura… cualquier disciplina en la que el hombre se ha interesado, ha
conseguido alcanzar objetivos mayores gracias a la inestimable ayuda de
personas creativas, imaginativas y curiosas. Muchos de los inventos y
descubrimientos del llamado progreso, surgieron precisamente de sus inquietas
cabezas. Y yo me pregunto… ¿Tan lejos se encuentran la imaginación de la
realidad? ¿Apenas se tocan la Magia
y la Ciencia?
El existencialismo (doctrina o
sistema filosófico que trata de fundar el conocimiento de toda realidad sobre
la experiencia inmediata de la existencia propia) sostiene que dos personas
pueden estar presentes en el mismo lugar y sin embargo captarlo todo de forma
completamente diferente; porque cuando percibimos el entorno, contribuimos con
nuestra propia opinión o nuestros propios intereses a asumir esa realidad. Una
figura indiscutible como Einstein
sostenía que la única fuente del conocimiento es la experiencia y añadía
también que las teorías científicas
venían a ser creaciones libres de una aguda intuición física, y que las premisas
en que se basaban no podían aplicarse de un modo lógico al experimento. Pero no
es mi intención el escribir un tratado
sobre la ciencia y el conocimiento en el día de hoy. Lo expuesto hasta ahora
viene al caso porque nuestro propio desarrollo emocional y psíquico necesita “creer”
en lo no tangible, lo que nunca vemos. Los Reyes Magos, los monstruos
nocturnos, las hadas, el ratoncito Pérez, los gnomos y un sinfín de personajes nos acompañan
durante la infancia haciendo en muchas ocasiones las delicias de nuestros
momentos de “libertad”. Con la madurez y la siempre dura realidad de la
existencia adulta, vamos dejando de lado aquellos sueños e ilusiones que un día
vivimos con un juego entre amigos o con un libro de Princesas y dragones entre
las manos.
Pero.. y si por un motivo, por alguna extraña razón…
¿existieran en algunas de sus formas?
Todos los países, desde Oriente a Occidente, están repletos
de historias y leyendas que hacen las delicias de quienes los leen u oyen. Son
una “realidad” que acompaña la cultura de un país o región. ¿Hasta qué punto
habría algo de cierto o algo de fantasía en sus relatos? La pregunta correcta
no sería la de dilucidar: ¿realidad o ficción? Sino más bien: ¿Podríamos vivir
sin esas bellas historias que alguna vez nos contaron? ¿Seríamos capaces de
contradecir a un niño de seis años de que ha visto al Rey mago, o a una
chiquilla de que en el bosque ha encontrado una hadita con alas? Yo desde luego
no. El camino por la vida marcará durante años sus valores, creencias y realidades.
Como decía Rosseau: “La infancia tiene
sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que
pretender sustituirlas por las nuestras”. En cuanto a la vida adulta, ¿por qué seguimos emocionandonos con canciones, libros o películas de fantasía? ¿Deberíamos a renunciar a ellas porque la razón está por encima de todo? No creo que seamos menos hombres o mujeres por el simple hecho de imaginar mil historias mágicas, o más inmaduros por disfrutar de ello. Remitámonos a las películas más vistas, los libros más vendidos, los cuentos que acompañan el sueño de nuestros hijos... ¿Acaso es malo el no renunciar a esa virtud de los niños que se suele marchitar con el tiempo como es la INOCENCIA?
Yo os aconsejaría que alguna vez paseéis por un bosque
centenario; tocad el tronco de un hermoso abedul, oled la tierra húmeda,
saboread la imagen de una alfombra de flores sobre la tapizada hierba, escuchad
el sonido del viento entre las hojas, observad el baile de las mariposas sobre
los tallos verdes, sentid el tintineo del agua de un arroyo, notad el murmullo de las ramas en sus abrazos interminables… ¿Quién nos dice
que no podríamos descubrir algo mágico en un mundo que ya lo es de por sí?
CHARLES BLAKE
"¿Cómo es que, siendo tan
inteligentes los niños, son tan estúpidos la mayor parte de los hombres? Debe
ser fruto de la educación".
Alejandro Dumas. Escritor francés (1803-1870)
GENIAL, ME IDENTIFICO.
ResponderEliminar