CHARLES BLAKE

Para soñadores que como yo, plasman sus pensamientos sobre un papel en blanco.

sábado, 3 de noviembre de 2012

DUERMEVELA








Hoy es una de esas noches en que el sueño no llama a mis puertas. Es de esas veces en que corazón y mente se mantienen en vigilia aunque nuestro cuerpo opine al contrario.
De pequeño, cuando solo ocurría de año en año (bendito sueño el de la niñez), mi hermano solía contarme preciosas historias de aventuras. Se acercaba a mi cama y empezaba a narrar relatos salidos de su imaginación hasta que el sueño lograba vencerme. Todavía recuerdo cómo me preguntaba: ¿De qué quieres la historia hoy? ¿Vaqueros? ¿De barcos? ¿De romanos?...
Son cosas que quedan grabadas muy dentro, casi a fuego, y nunca podré convencerle del todo de lo feliz que llegaba a hacerme.
Por otro lado, aún revivo las aventuras y desventuras de la niñez de mi padre. No fue tan feliz como la mía, ni mucho menos. Su infancia, en una Málaga que intentaba superar las desdichas de  posguerra, tuvo más de escasez que de abundancia. Lo cierto es que era digno de ver su capacidad de supervivencia en un mundo que no parecía acordarse de él. Entre sus muchos oficios (lechero, recadero, aprendiz de torero...) mejor o peor remunerados, encontró uno  que hizo las delicias de sus amigos de barrio. En aquella época, los niños vivían más tiempo en la calle que en casa. Al fin y al cabo, la calle era la que les iba a "enseñar" a vivir. Solía reunirlos en torno a la luz de la farola, arrimados unos con otros en una especie de acera que podía hacer de patio de butacas. Al igual que Sherezade, les contaba con todo lujo de detalles mil y una historias que nunca tenían fin. Aquellos relatos hacían las delicias de niños mayores y pequeños. Todos sacaban a relucir esa sonrisa especial, esa sonrisa iluminada que únicamente los niños pueden tener. Por un instante, las penurias se alejaban por el puerto camino de la mar, y los malos recuerdos... por una noche se ausentaban sin avisar de su vuelta.
Recuedo irme a la cama muchas veces rezando por ser igual que ellos... mi padre, mi hermano....
En cuanto a mi madre, gran amante de la literatura, llegó a trabajar unos años en una Editorial de Barcelona como correctora de manuscritos hasta que decidieron volver a nuestra tierra natal. Ya habían nacido mis dos hermanos mayores pero desde entonces, nunca más dejó de escribir. Pequeños relatos, versos de recuerdos de familia... todo un mundo de palabras que guardan sentido para la familia.
Y finalmente tendría que hablar del mayor de mis hermanos, ese que era capaz de arreglar el aparato eléctrico más extraño o crear la idea más original.
En fin, rodeado de tanto talento, yo no podía ser menos y hace años que seguí la tradición materna. He escrito cuentos para mis hijos, poemas infantiles y otras cosas más que todavía guardo en un cajón. Quizá haya sacado una mezcla de padre y madre porque... más que un escritor, me considero un contador de historias.
Hasta pronto!!!.

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