CHARLES BLAKE

Para soñadores que como yo, plasman sus pensamientos sobre un papel en blanco.

domingo, 4 de noviembre de 2012

LA DAMA DE LAS CAMELIAS




En esta sección, cuya apertura empieza hoy, pretendo demostrar la grandeza de un buen escritor, la sutileza de sus palabras y el color de sus pensamientos convertidos en oraciones. Existen muchas razones por las que todo aficionado a la escritura debe "beber" de los clásicos. De hecho, los que somos devoradores de libros, no hablamos de leer una obra clásica, si no más bien de "releer" la obra en todas su partes. Son un modelo a seguir, una referencia para todo aquel con inquietudes artísticas. No por ello representan una línea trazada en el tiempo que debe indicarnos cuál es el camino correcto y cuál no. Por el contrario, son una brújula que nos ofrece mil senderos por explorar, mil formas de interpretar la realidad.
En fin, como muestra de lo dicho, citaré el mismo comienzo de esta majestuosa obra de Alejandro Dumas, una de las más populares, más leidas y más representadas de su autor:
"Estoy persuadido de que no pueden crearse personajes sino cuando se han estudiado profundamente a los hombres, de la misma manera que nadie puede hablar un idioma antes de hebrlo aprendido".
La novela narra el apasionado amor de un joven de la alta sociedad parisina de mediados de siglo XIX con una bella cortesana de nombre Margarita. Los convencionalismos sociales y la hipócrita moral imperantes constituirán un obstáculo que ni siquiera el apasionado y sincero amor de los protagonistas logrará derribar.
He elegido la descripción de la Dama en cuestión para descubrir, una vez más, el talento de este gran escritor romántico:

"Alta y delgada hasta la exageración, poseía en sumo grado el arte de reparar este olvido de la naturaleza, con el simple arreglo de las prendas que vestía. Su casemir, cuya punta lamía el suelo, dejaba flotar por ambos lados los anchos volantes de un vestido de seda, y el grueso manguito que ocultaba sus manos y que ella apoyaba contra su pecho, estaba rodeado de pliegues tan hábilmente dispuestos, que el ojo más exigente no hallaba nada que corregir en el contorno de las líneas.
Su maravillosa cabeza era objeto de una coquetería particular; era muy pequeña y parecía que su madre, como diría De Musset, la hizo así para hacerla con esmero.
Poned en un óvalo de indescriptible gracia dos ojos negros bajo unas cejas tan finamente arqueadas, que parecían obra de la pintura; velemos estos ojos con grandes pestañas que al bajarse sombreaban el matiz rosado de las mejillas, imaginaos una nariz fina, recta, espiritual, con ventanas algo abiertas por una aspiración ardiente respecto a la vida sensual; dibujemos una boca regular, cuyos labios se abrían graciosamente sobre unos dientes blancos como la leche; esmaltemos la tez con el suavísimo terciopelo del melocotón recién cogido del árbol, y tendremos el conjunto de aquella encantadora belleza".

SI ESTO NO ES UNA EXCELENTE DESCRIPCIÓN....

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