CHARLES BLAKE

Para soñadores que como yo, plasman sus pensamientos sobre un papel en blanco.

jueves, 14 de marzo de 2013

¡Y SI DICEN...!

Una antigua leyenda cuenta que un anciano y un niño  viajaban con un burro de pueblo en pueblo.
Llegaron a una aldea caminando junto al animal y, al pasar por la plaza, un grupo de mozalbetes se rió de ellos, gritando:
–¡Mirad que par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al pasar por el mismo, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. 
Dijeron:
–¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y el pobre niño caminando.
Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos.
Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando las gentes los vieron, exclamaron escandalizados:
–¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Habéis visto algo semejante?
El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado. - ¡Qué vergüenza!
Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel equino llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre sus lomos. Cruzaron junto a un grupo de campesinos, y éstos comenzaron a vociferar:
–¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tenéis corazón? ¡Vais a reventar al pobre animal!
El anciano y el niño optaron por cargar al burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:
–Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas.
! Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!

Al llegar a un puente, el ruido de la multitud asustó al animal que empezó a forcejear hasta librarse de las ataduras. Tanto hizo que rodó por el puente y cayó en el río. Cuando se repuso, nadó hasta la orilla y fue a buscar refugio en los montes cercanos. 
El anciano, triste, se dio cuenta de que en su afán por quedar bien con todos, había actuado sin el menor seso, y lo que es peor, había perdido a su querido burro”.


Siempre he pensado que el ser humano es como una esponja en sus interacciones sociales; capaz de absorver todo lo que llega a su alrededor para asimilarlo poco después a través de emociones o sentimientos. Por un lado nos encontramos aquellos que muestran una "sincera" preocupación por las acciones de los demás, sin pararse ni un solo instante en mirarse a sí mismos. Por otra parte, tenemos a los individuos influenciables, capaces de interpretar la vida con los ojos de los demás y no con los suyos propios. Los menos, aprenden a vivir ajenos al qué dirán. Simplemente se esfuerzan en ser tal y como son, con sus defectos y virtudes.
¿Cuántas veces hemos escuchado en la mayoría de las personas decir que "no me importan lo que digan"? Sin embargo, aún sabiendo que la decisión era correcta,  realizan acciones contradictorias para conseguir la aceptación de los demás hasta el punto de alejarse de sus principios y llegando a convertirse en esclavos de los principios de "otros". Renuncian a su verdadera autenticidad en pos de un reconocimiento o una palmada
en el hombro que a veces ni siquiera llegará.
Como decía la escritora Lucía Etxebarría al recibir la desagradable carta de una mujer: "El caso es que ni yo ni nadie estamos siempre a la altura de las expectativas de los demás, y soy perfectamente consciente de que no existe una persona cuyo comportamiento encuentre impecable, de forma unánime, el resto de las personas que le rodean. El hecho de que yo sea una figura pública no me hace inmune a esta verdad de la vida. Nadie puede complacer a todo el mundo. Digamos lo que digamos, y hagamos lo que hagamos, siempre habrá un porcentaje de gente en desacuerdo con nosotros. Por esta razón, no me tomo la carta de esta mujer como algo personal y no me siento herida ni ofendida, ya que entiendo que en la vida hay que aceptar que mucha gente no nos comprenderá. Y que nosotros, por nuestra parte, tampoco comprenderemos a mucha gente. De hecho, la comprensión fundamental radica precisamente en comprender... que no comprendemos".
En consecuencia, creo sinceramente que como seres sociales que somos, no debemos caer en el error de hacer caso a las opiniones que los demás vierten sobre nuestra persona, así como que no deberíamos dar mayor importancia de la que tiene, el  hecho de que una persona nos juzgue desde un punto de vista totalmente subjetivo.
No sé vosotros, pero si ya es difícil encontrar el propio camino de la felicidad, más lo será si vendemos nuestra autoestima al mejor postor. No somos perfectos, infalibles... ni estamos en posesión de la verdad absoluta,  pero ¡cuidado!: tampoco somos figurillas de arcilla que se moldean a gusto del consumidor. No necesitamos la aprobación del respetable para saber si lo que hacemos está bien o no. 
Al fin y al cabo, si no somos sinceros con nuestro yo... ¿Podemos serlo con los demás?


                                                         CHARLES BLAKE

5 comentarios:

  1. De vez en cuando conviene recordar la anécdota del burro. Ese ser perfecto no existe y nunca ha existido, si no, Diógenes lo hubiera encontrado con su candil. Aceptar las críticas tampoco es una solución a menos que "aceptar" quiera decir que nos "resbalan". Por otra parte el mayor de los temores humanos es el miedo a no ser aceptado, el miedo al fracaso.

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  2. Magnifico cuento que deja un real mensaje.

    La importancia de sabernos valorar en nuestro criterio es parte del aprendizaje de esta vida.

    Cariños

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  3. Aprendi mucho con tu post, tienes razon cada criterio es subjetivo y no podemos tener miedo de nuestra singularidad.
    Nadie puede complacer a todo el mundo asi que empecemos por complacernos a nosotros mismos primero de manera sana y sin afectar a otros vivamos la vida plenamente,
    un beso, feliz fin de semana!!!

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  4. Estoy completamente de acuerdo contigo si nos dejáramos llevar por lo que diga la gente dejaríamos de ser personas autenticas....Un saludo

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  5. Tal cual, el precio de no ser auténticos y tratando de agradar a todo el mundo, cosa imposible, es muy caro. El cuento lo ilustra a la perfección. Y en tu última frase con la que concluyes el escrito resumes una verdad muy grande, mal podemos ser sinceros con los demás si no lo somos con nosotros mismos.

    Un beso

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