La Ñ
(eñe), esta letra tan característica del español, procede de una abreviatura
del latín. Se empezó a usar cuando para escribir dos enes, como en las palabras
anno
e Hispanna,
se montó la segunda ene sobre la primera con el fin de economizar espacio. Esto
llegó a derivar con el tiempo en una simple virgulilla (signo ortográfico a
modo de acento). Así, las palabras que llevaban dos enes, han heredado con el
tiempo este sistema y se escriben con eñe, como año y España.
En tiempos antiguos, era
primordial ahorra tiempo, espacio, tinta o papel, y se adquirió el hábito en
desarrollar abreviaturas, como disponer un signo “9″ al final de la palabras,
que expresaba la desinencia “orum” o “eorum”.
En
otras lenguas románicas de la península, la letra eñe se muestra mediante otros
dígrafos (dos grafías): en catalán se emplea con las letras ny, en portugués con nh, en gallego se
utiliza la grafía del castellano ñ, aunque en la última década se halla una
vacilación entre la escritura de la ñ y la portuguesa nh. En otras lenguas
romances como el francés y el italiano, eligieron la forma -gn-, que podemos
apreciarla en el nombre de sendos productos típicos: el champagne y la lasagna. El catalán en
concreto, eligió la forma -ny- que se exhibe en el
nombre del territorio propio de esa lengua: Catalunya. El portugués, la forma -nh- en la que la h muda indica que la ene
anterior no se pronuncia tal cual, (del mismo modo que adoptó -lh- para representar la
palatalización lateral): toalha
de banho.
La
letra eñe, también procede de la conjunción del latín mn, como en las
siguientes palabras: damnun-daño, somnum-sueño o autumnum-otoño.
La letra Ñ fue tomada
del castellano en los siguientes idiomas, como parte de su alfabeto: aragonés,
asturiano, aymara, bubi, chamorro, gallego, guaraní, mapudungun, mixteco,
quechua, tagalo, zapoteco, wolof. El inglés admite la ñ en préstamos del
castellano como «cañón» (la grafía más común es «canyon»), «cañada» (en Cañada
del Oro en Arizona), «jalapeño», «piñata» o «niño» (en la corriente marina y en
la Oscilación del Sur El Niño).
En 1991,
una auténtica guerra cultural estalló cuando la Comunidad Económica Europea
(CEE)
impulsó de forma imprudente el proyecto de algunos fabricantes de ordenadores, que pretendían
comercializar teclados sin Ñ.
Hasta ese momento, existía una reglamentación que
impedía comercializar en España productos informáticos que no tuvieran en
cuenta "todas las características del sistema gráfico del español".
La UE estimó que esa disposición equivalía a una
medida proteccionista que violaba el principio de libre circulación de
mercancías.
Como era previsible, la primera en reaccionar fue la Real Academia Española (RAE).
La desaparición de la Ñ de los teclados, proclamó en un informe
divulgado en 1991, representaría "un atentado grave contra la lengua
oficial".
El colombiano Gabriel García Márquez, premio Nobel de Literatura 1982, afirmó:
Es escandaloso que la CE (Comunidad Europea) se haya atrevido a proponer a España la
eliminación de la eñe (...) sólo por razones de comodidad comercial (...) Los
autores de semejante abuso y de tamaña arrogancia deberían saber que la eñe no
es una antigualla arqueológica, sino todo lo contrario: un salto cultural de
una lengua romance que dejó atrás a las otras al expresar con una
sola letra un sonido que en otras lenguas sigue
expresándose con dos.
Mientras que la
poetisa argentina María Elena Walsh, quien
en el diario La Nación de Buenos
Aires señaló:
¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado
los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta el
apócope... Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con
caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece (...) La
supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni
programas de software (...) Luchemos para no añadir más leña a la hoguera donde
se debate nuestro discriminado signo (...) La eñe es gente.
En fin, la letra Ñ y el
sonido tan peculiar que entraña al pronunciarse, la convierten en abanderada de
lo español, el idioma de tantos y tantos hispanohablantes.
Cariño, añoranza, entrañable,
bisoñez, pequeñez, acompañar, etc… son representativas de un extenso conjunto
de términos (unos 2700 vocablos según la DRAE) que enriquecen más si cabe
nuestro idioma materno.
CHARLES
BLAKE
Pues no lo sabía. Que curioso.
ResponderEliminarCierto. Hay tantas cosas que damos por hechas. Reconozco ser un curioso empedernido.
ResponderEliminarun beso y gracias por tu comentario.