TINTA Y PIEL

CHARLES BLAKE

Para soñadores que como yo, plasman sus pensamientos sobre un papel en blanco.

domingo, 23 de junio de 2013

RINCONES OLVIDADOS

Existen lugares en el mundo que, aunque pueda resultar difícil de creer, viven completamente olvidados, alejados al indiscreto ojo humano y, en consecuencia, cubiertos de una magia infinita que los hace únicos y especiales.
Algunos rincones creados por la ingualable grandeza de la madre tierra; otros por las manchadas manos del hombre según uno u otro fin para el que fueron creados. El caso, es que aunque pasen los años, los siglos o la misma eternidad, se convierten en espectadores inmóviles de nuestro breve paso pos la vida.
Desde no hace mucho, se empezaron a difundir imágenes en la red de recónditos lugares olvidados para deleite de la retina humana. Lugares donde pocos son los afortunados de haberlos conocido o que pueden presumir de haber estado.
 Reconozco que siempre me sentí atraído por lo desconocido, por los hallazgos de formas y lugares puros en su esencia, y donde el hombre, ese que tiende a tomar todo lo que le rodea como suyo propio, aún no haya podido dejar sus huellas. Al mismo tiempo aprendí a valorar la soledad de lugares repletos de historia, recintos donde un buen día ocurrieron vivencias de personas como nosotros, hombres y mujeres que pasaron por la breve línea del tiempo como estrellas fugaces, a kilómetros de distancia de mi misma realidad, seres humanos que dejaron sus risas, voces y lamentos guardados en algún lugar de sus paredes.
Seguro de que aún se esconden más de los que se cuentan, me digné a saborear las bellas fotografías de una selección curiosa. En diferentes enlaces se hacía mención, casi por decisión consensuada, la selección de los diez, veinticinco o treinta y tres lugares más asombrosos del planeta.
La curiosidad humana tiende a cuantificar lo imposible, qué le vamos a hacer.
El ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor, aúin sigue asombrándose de la belleza de lo creado. Algo es algo. Buen síntoma de esperanza en algunos de los que amamos nuestro planeta y a la raza humana.
Una de las imágenes de las que desconocía su existencia fue la del Cristo del abismo, en San Fructuoso, Liguria (Italia). Estatua colocada en el verano de 1954, a unos 17 metros de profundidad, y de 2,5 metros de altura en la misma bahía de esa hermosa región.
 
 Por otra parte, quedé maravillado al contemplar el Gran agujero azul de Belice, considerado como un  pozo gigantezco en la misma costa de Bélice. Mide 305 metros de ancho y tiene más de 125 metros de profundidad:

O el famoso  Caño Cristales de Colombia. El río ha sido denominado El río de los cinco colores o también El río mas hermoso del mundo; ya que en el fondo del mismo se producen algas de colores como el rojo, el amarillo, el verde y el azul principalmente dando una apariencia multicolor de extrema belleza:
 Por otra parte, cómo no dejarse llevar por los recuerdos olvidados de una casa abandonada en Irlanda, donde la naturaleza ha impuesto la vida sobre las  vetustas piedras; o un monasterio abandonado de Bélgica donde las oraciones ,cantos y confesiones se perdieron en el silencio:















O las asombrosas instantáneas de lugares que parecen sacados de algún cuento o de los sueños más profundos:
LAPLAND. FINLANDIA
ZHANGYE (CHINA)
 
NAMIBIA
TÚNEL DEL AMOR (UCRANIA)

En fin, tantas y tantas imágenes por descubrir... Pero para acabar con este hermoso viaje, me quedaré con una de las menos atractivas pero más significativas:
El aeropuerto abandonado de Nicosia. Lugar de paso para miles de viajeros, turistas y otros tantos que no paramos en pensar lo efímero de nuestro viaje por el tiempo; caminantes sin rumbo fijo, con sello de caducidad en la inmensidad de un universo cargados de sueños, anhelos y esperanzas que terminaran algún día, depositadas sobre las sillas o habitaciones de un lugar llamado mundo, en soledad...
Pero recordad una cosa, la mejor huella de nuestro paso por la vida, no es otra que la que dejamos en quienes nos quieren, en los que nos acompañan en cada trayecto. Disfrutemos del lugar, del camino, del paisaje, del descubrimiento de nuevas metas, de lo hecho hasta ahora, del aire que respiramos.
 Lo demás, solo quedará en un bello sueño llamado: recuerdo.

CHARLES BLAKE

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Etiquetas: ACTUALIDAD

sábado, 22 de junio de 2013

LA VERDAD.... ¿ES LA VERDAD?

 CUENTO INDIO

 El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.
Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.
  --Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.
  --He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.
  --La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.
  --A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?
  --Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.
  El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:
  --De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.
  El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.
  El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.
  Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:
  --¿A dónde vas?
  --Voy camino de la horca para que podáis ahorcarme -repuso sereno el eremita.
  El capitán aseveró:
  --No lo creo.
  --Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.
  --Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.
  --Así es -afirmó el ermitaño-.
Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!
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Etiquetas: CUENTOS ASOMBROSOS

domingo, 16 de junio de 2013

MI VOZ INTERIOR...


¿Puede ser la tuya también?
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Etiquetas: FRASES PARA PENSAR

martes, 11 de junio de 2013

VALLE INCLÁN

De todo buen lector es conocida la vida y obra de este excelente dramatrugo, poeta y novelista español, miembro del movimiento modernista español y a un paso de la legendaria generación del 98.
Asiatente a los numerosos cafés madrileños de la época, compartió mesa y polémicas con tertulianos de su talla: Pío Baroja, Azorín, Gómez Carrillo o Jacinto Benavente.
Hombre de personalidad peculiar y polifacético dentro del mundo artístico ( llegó a ser actor, traductor, escenógrafo, director teatral...) se acarcterizó siempre por un carácter impetuoso. Incluso en una agria pelea dialéctica con uno de sus mejores amigos, el periodista Manuel Bueno, perdió el brazo tras una herida mal curada.
Hoy me quedaré con una anécdota muy conocida del creador de "El ruedo ibérico":

"En cierta ocasión, la guardia urbana llevó a Valle Inclán ante un Juez por uno de sus sonados alborotos de taberna.
Lo primero que le preguntó el Juez fue su nombre y éste contestó con cortesía.
Seguidamente, el juez le preguntó por su oficio, a lo que el presunto autor de las disputas contestó: -Escritor, su señoría.
A continuación, el Juez prosiguió su interrogatorio pertinente:
- ¿Sabe usted leer y escribir?
- No, señor -contestó sin pestañear.
- Sinceramente, me extraña un tanto su respuesta        -repuso el juez.
- Más me extraña a mí la pregunta -añadió el dramaturgo.
 


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Etiquetas: ANÉCDOTAS LITERARIAS

lunes, 10 de junio de 2013

MI ORACIÓN



 

Mientras duermes
Sumergido en el océano de tus cabellos
Susurro mi oración...

Cuando las olas del mar no arrullen las rocas
Cuando las montañas ahoguen el silencio
de los valles
y la lluvia no cante su canción
Entonces dejaré de escucharte

Mientras respiras
Aferrado al manto de piel
que me protege
Repetiré...

Cuando el sol cierre los ojos
Cuando los árboles no lloren hojas
de tiempo consumido
y el viento no huela a miel
Entonces dejaré de verte

Mientras sueñas
Cubriendo de azul mis heridas
que ya no sienten
me diré...

Cuando mi pluma abandone sus alas
Cuando  tu alma deje de acunar la mía
y resuenen ecos de lejanía
que anuncian renglones sin vida
Entonces dejaré de escribirte

Mientras descansas
Dormida bajo  luna creciente
al calor de los amantes
y al deseo que nos guía
Recordaré...

Cuando tus ojos me hablen de indiferencia
Cuando tus caricias de destino se ausenten
Y tu voz se sienta vacía
Entonces dejaré de sentirte

Duerme niña mía
Que tu paz es mi descanso
Y tu respiración mis anhelos
No podría dejar amarte

Entonces y solo entonces
dormiré esta noche fría...

CHARLES BLAKE

(Dedicado a mi musa de los verdes prados)

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Etiquetas: POEMARIO

sábado, 8 de junio de 2013

DOS PALABRAS

Hoy quisiera recordar al mundo, que el amor no es imposible. Quisiera recordar a quien escucha, que el amor no impone reglas ni reclama  intereses... que el amor de dos mitades, aún mezclado de miel y sal, es un dulce manjar que no debiera ser prohibido.
Para los amantes de la poesía de una mujer incomparable, dedico este sencillo y hermoso poema de Alfonsina Storni a aquellos afortunados/as que alguna vez conocieron el amor, a los que presumen de haberlo encontrado y sobretodo, a aquellos que esperan desde el silencio que el amor encuentre el camino de sus corazones.
¡Va por vosotros/as!:



Esta noche al oído me has dicho dos palabras 
comunes. Dos palabras cansadas
De ser dichas. Palabras
Que de viejas son nuevas.

Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
Filtrando entre las ramas
Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
Moverme para echarla.

Tan dulces dos palabras

 ¿Que digo sin quererlo? ¡oh, qué bella, la vida!
Tan dulces y tan mansas 

que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.

Tan dulces y tan bellas

que nerviosos, mis dedos, 
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos 

quisieran cortar estrellas.
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Etiquetas: POEMARIO

miércoles, 5 de junio de 2013

UN MÉDICO PROMETEDOR



Corría el año 1895, en las postrimerías del siglo XIX y a las mismas puertas del llamado siglo de los avances médicos, tecnológicos y  científicos. Massachusset era una ciudad estado perteneciente a Nueva Inglaterra, donde inmigrantes venidos de media Europa fundaron una incipiente industria que rápidamente dejó la economía agrícola en un segundo término.

El hospital de San James pronto tuvo el reconocimiento de la comunidad científico-médica por sus logros y prestigiosos profesionales que componían su organigrama. Eso provocó que numerosos estudiantes optaran por la formación en aquel vetusto edificio antes que en la más próspera ciudad de Boston.

Henry Stoner fue uno de esos muchachos aventajados que, a pesar de su origen humilde, tercer hijo de una  familia sureña, resultó ser elegido para su aprendizaje como futuro cirujano. En pocos años podría comprarles a sus padres la casa que siempre habían soñado y trasladarlos desde los enormes campos de cebada a la acaudalada zona de la ciudad de las oportunidades.

Durante su primer año tuvo que sufrir las numerosas bromas de mal gusto de algunos de sus compañeros de curso superior. En su reluciente bata de doctor, aparecían un día sí y otro también, los más insospechados órganos de algún desgraciado animal. Al poco se atrevieron a donarle las órbitas oculares de un cadáver que días antes había sifrido la extirpación de su visión en una magistral clase de anatomía. Riñones, hígados y hasta una mano amputada resultaron ser demasiado para un joven inexperto acostumbrado a la sencilla vida campestre. Al principio hizo gala de sus buenas aptitudes tanto profesionales como personales, al no dar mayor importancia a lo que quedó en llamar absurdas bromas de parvulario.
Pero cuando se encontraba a solas, dejaba manar de su delgado rostro unas ligeras gotas de sudor frío que parecían indicar que en lo más profundo de su interior, aquellas partes sin vida provocaban un escalofrío impropio de un futuro doctor en medicina.

Intentaba una y otra vez acostumbrarse a ello y las clases prácticas de disección amortiguaron en cierto modo su incipiente terror a la muerte.

Harper y Thomas, dos muchachos de medio pelo, no paraban de animarle a soportar cada una de las novatadas, como una parte más de su preparación para lo que se le venía encima. Las cervezas frías en la taberna de la esquina amortiguaban en cierto modo la ansiedad que le suponía enfrentarse cada día a la realidad que le acontecía cada uno de los días de la semana.

Allí fue donde surgió la idea de “tomar el toro por los cuernos”. Thomas, un veinteañero de cabellos rojizos, propuso medio en broma, que la única forma de superar sus miedos sería el realizar lo que quedó en llamar una prueba de fuego. Entre trago y trago de numerosas jarras heladas, dejó caer la idea de dirigirse a escondidas al centro hospitalario a altas horas de la noche. El frío de la época y la oscuridad de la noche harían de perfectos aliados para adentrarse en la planta baja del edificio. Allí se encontraba la famosa morgue que tanto daba que hablar a estudiantes y trabajadores. Leyendas y cuentos fantasmagóricos pasaban de boca en boca haciendo las delicias de los que se atrevían a oír. El plan consistía en bajar las penosas escaleras de madera hasta lo más profundo del habitáculo. De sobra sabían que en ese lugar se hallarían media docena de cadáveres pertenecientes a mendigos y pedigüeños que no habrían soportado la tortura de una vida plagada de inclemencias. A lo sumo se encontrarían una desafortunada parturienta que no habría sobrevivido al parto, o un pobre trabajador que apenas podía pagarse una operación costosa para la época.

Medio convencido del todo, se dejó arrastrar por sus colegas hasta la desvencijada puerta de la primera planta, la misma que conducía tras un estrecho pasillo, al lugar donde el descanso se hace eterno. Primero tuvieron que identificarse como residentes al viejo conserje de carácter huraño; guardián de aquel territorio cuando las tinieblas cubrían los grandes ventanales del hospital. Al verlos uniformados con sus largas y elegantes batas de blanco nítido no pudo menos que dejarle pasar a donde quisiera que fueran.

Cada uno de ellos bajaría hasta el lugar donde su coraje quedase marcado a fuego, dejando tras de sí un insignificante clavo que indicara la virilidad de cada uno de los héroes anónimos.


El primero en descender fue Harper. Provisto de martillo y cara descompuesta, mal disimuló su gran iniciativa dejando sin habla a cada uno der sus compañeros. Abrió la destartalada puerta y descendió al oscuro abismo sin dirigir despedida alguna. Tras interminables minutos de espera, apareció con su estúpida sonrisa de quien supera un reto inigualable. La prueba había sido superada. Tan solo quedaba esperar al día siguiente para comprobar si su clavo le había dejado en buen lugar.

La indecisión hizo mella en las siguientes víctimas. Una moneda resultó ser juez implacable para indicar quien seguiría el siguiente turno. Thomas se disponía a bajar sin estar convencido del todo. Parecía una broma comprobar que el creador de la prueba tartamudeara para decir simplemente que le esperaran de regreso. No quería que una estúpida broma infantil le dejara abandonado en la cima de la escalera con la única compañía de un martillo oxidado.

Bajó los primeros escalones con evidentes síntomas de inseguridad, pero al tiempo, su figura fue engullida por el negro de un agujero que parecía no tener final. Tras un escaso minuto, volvió para indicar que su huella había quedado incrustada en la vieja madera de nogal. El tiempo usado para tal menester no anunciaba que el logro hubiera sido un gran éxito, pero los testigos de la hazaña no replicaron palabra alguna. Su rostro no invitaba a comentarios jocosos cargados de ironía.

Era el turno de Henry Stoner, el estudiante del sur. Cuando recibió el martillo de manos de su buen amigo, no supo que decir. Un insoportable terror le hacía mostrar una ligera mueca que no terminaba por indicar estado de ánimo alguno para quien lo estuviera viendo frente a frente.

Unas palabras de ánimo resonaron en el pequeño pasillo interior. Era Thomas quien le decía que era una oportunidad para superar sus miedos.

Bajó más por la expresión de esperanza de sus colegas que por convencimiento propio.

Los primeros escalones fueron hasta cierto punto fáciles de pisar. Los siguientes cuatro fueron otro cantar. La visión había caído prisionera de la negrura infinita. Tuvo que asegurar la pisada por miedo a caer de bruces al fondo del lugar. Tomó aire durante unos segundos. El corazón empezaba a bombear sangre de manera incontrolada y unas minúsculas gotas de agua empezaban a juguetear en sus mejillas.

Era el momento de la verdad. Debía ordenar a su pie izquierdo que reanudara la marcha de manera inmediata o por el contrario, hacer caso a la razón y desandar el camino recorrido.

Una extraña fuerza interior surgió de sus adentros y por fin movió levemente el pie ejecutor. Al segundo movió el derecho. Una invisible sonrisa aparecía en su cara. Estaba venciendo al miedo con cada contacto plantar sobre la crujiente madera. Recordó la vez que tuvo que enfrentarse a un zorro al ser descubierto en el corral de las gallinas. Tenía unos once años, pero la responsabilidad de no dejar a la familia sin gallinas, le hizo gritar como un loco ante el asustado podenco de cola mullida. Fue un día genial. No paraba de sentirse en una nube de cristal con cada beso recibido por su madre.

Aquellos hermosos recuerdos le hicieron retomar el pulso y se juró a sí mismo bajar mucho más abajo. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Se repetía una y otra vez. Cada peldaño era un triunfo silencioso que le hacía vibrar por dentro. Siguió un trecho más hasta que perdió el equilibrio. Cayó hasta rodar sobre sí mismo no supo cuántas veces. Parecía que iba a perder el sentido con cada vuelta dada y que terminaba por golpear alguna parte de su magullado cuerpo. Algo imprevisto había hecho de tope sobre la suela de su zapato. Quizá el clavo de alguno de sus amigos. ¿Quién podría saberlo?

Terminó por tocar el frío suelo de una habitación desprovista de sonido. El tragaluz de una parte indefinida dejaba traspasar una ligera luz mortecina sobre la habitación. Estrechos camastros de ruedas herrumbrosas portaban sobre sus espaldas una abultada sábana. Intentó incorporarse con ayuda de sus manos pero no contó con que una de los camastros asomaba a su derecha. El golpe de la cabeza contra los hierros de la cama, provocó que un delgado brazo blanquecino asomara del interior de su escondrijo. Intentó chillar a voces llenas pero la garganta parecía haber quedado estrangulada por el terror. Se separó como pudo de su extraño compañero de camino y se levantó sobre unas piernas titubeantes que apenas podían soportar el peso de su debilidad.

Palpó involuntariamente el bolsillo de su batín y sacó como pudo el dichoso clavo de las narices. El martillo asomaba de su mano contraria como adherido a su piel. Parecía haber formado parte de su cuerpo desde el día que nació. Apoyó la pequeña estaca en el primer escalón que palparon sus pies y se dispuso a martillearlo como si la vida le fuera en ello. Golpeaba frenéticamente hasta que el sonido se hizo más seco. ¡Había llegado hasta las entrañas mismas de la madera carcomida!

Sin más preámbulos, se levantó sobre sus rodillas e inició la ascensión llevado por los diablos. Pero el destino no parecía estar por la labor. Cuando iniciaba la ascensión al segundo peldaño sintió cómo le agarraban desde atrás. Presa del pánico, tiró más fuerte para deshacerse de su enemigo, pero éste, con cada envestida, parecía adquirir más y más fuerza. Un escalofrió recorrió su espina dorsal. Estaba perdido. Alguien desde la oscuridad no estaba dispuesto a dejarle marchar. Lo último que pudo recordar fue que todo su cuerpo empezaba a desinflarse como un globo de feria. Finalmente… un pinchazo en el pecho.

Pasaron horas hasta que el decano de guardia pudo bajar con un candil de mano. Los irresponsables muchachos habían dado la voz de alarma cuando comprendieron que algo no marchaba bien. El tiempo había pasado muy deprisa aunque pareciera lo contrario.

Cuando hallaron el cadáver de Henry, descubrieron con asombro, que el clavo del infortunio había apresado las faldas de la bata del muchacho. Un infarto fue el dictamen médico que resolvió los interrogantes que quedaron por descubrir.

Los años pasaron y la leyenda de Henry corrió como la espuma de mil maneras diferentes.

Cada año que sucedió al siguiente, los futuros licenciados se jactaban, entre broma y broma, de ser capaces de superar al desdichado y prometedor médico del sur.
 

                                                CHARLES BLAKE

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Etiquetas: CUENTOS ASOMBROSOS

RIGORES DE LA INFANCIA




El miedo.
 Hace años, cuando apenas llegaba a los diez años de edad, me mudé a una urbanización en las afueras de la ciudad. Hoy en día es un residencial repleto de casas de todo tipo, formas y colores,  y un bullicioso lugar donde es difícil encontrar aparcamiento en cualquiera de sus serpenteantes calles. Pero cuando nos trasladamos al que hoy es el hogar de mis padres, recuerdo que mirase  donde mirase, todo se encontraba repleto de hierbas, plantas y arbustos de tamaño  inimaginable. Era un lugar ideal para juegos, paseos y  poder disfrutar del inigualable olor a campo.  Un mundo imaginario donde explorar tierra virgen y cumplir mil aventuras.
Fue una de las primeras casas levantadas en el lugar, y durante largo tiempo, pude disfrutar de sus sutiles cambios de fisonomía casi sin tener consciencia de que era el comienzo del fin. Poco a poco comenzaron a elevarse esqueletos de cemento y ladrillo en algún rincón rodeado de tierra removida y campos de flores silvestres. Pronto me fui  adaptando a las nuevas oportunidades que ofrecía el lugar y en cuanto hice mis primeras amistades, decidimos explotar no solo los recursos naturales, si no los creados por la misma mano del hombre. Pasamos de jugar al pilla-pilla escondite entre las gigantes matas de margaritas que llegaban a cubrir nuestro cuerpo al completo, a jugar a la conquista de nuevos territorios. Era una época donde todavía se podía disfrutar de las largas y cálidas noches de verano sin temor a que alguna madre impertinente interrumpiera nuestros sueños y hazañas.
En una parte de la amplia urbanización, se levantó una estructura de grandes dimensiones que llegaba a ocupar casi toda la parcela. Primero jugamos a tirarnos desde la primera planta al montón de arena de obra que nos esperaba abajo como si de un colchón de plumas se tratara. Luego jugamos a Tarzán en sus lianas con la ayuda de una enorme soga que colgaba de mala manera sobre un pilar de cemento armado. Pero en cuanto empezó el periodo vacacional, descubrimos que aquel inhóspito lugar comenzaba a erguirse en tres enormes plantas como si de un castillo medieval se tratara. Las noches fueron las que dotaron a la misteriosa casa de una magia de la que pocos pudimos resistirnos. Era como un imán que nos atraía poderosamente la atención, al igual que la sedosa telaraña atrae a los pequeños insectos. La perspectiva de la edificación cambiaba enormemente su visión al ser envuelta entre sombras de oscuridad y la calurosa brisa que removía sus huesos entre quejidos y llantos de mujer. La imaginación puso de su parte en nuestras cabezas ansiosas de acción y lo que pareció ser en un principio un juego  inocente, terminó por convertirse en una peligrosa costumbre. Todo consistía en probar el valor de cada uno de los presentes cuando llegaban las doce. Conocíamos cada rincón, escalera y habitación levantada durante el día, pero nada parecía igual en cuanto las manecillas del reloj cubrían de oscura noche aquella especie de enorme jaula de ladrillos y hierros. Tan solo la débil luz de la luna y una penosa farola callejera, parecían dar un tibio color amarillento al conjunto. Uno por uno debíamos subir a la planta más alta y permanecer allí quietos durante eternos minutos hasta batir el record del anterior desventurado. Si nuestras madres hubieran sabido por donde subíamos y donde nos metíamos, hubieran puesto el grito en el cielo. Pero muchos de los mejores recuerdos de nuestra infancia no suelen ser compartidos con los progenitores por miedo a la desaprobación adulta.

Los más valientes llegamos a depositar una piedra a modo de símbolo en la planta superior de aquel mausoleo, de manera que pudiera comprobarse a la mañana siguiente quién había llegado más lejos y cuánto de dificultad habría supuesto permanecer allí, rodeado de un manto negro y pendientes de algún ruido extraño que alertara nuestros sentidos. Es justo reconocer que un cosquilleo indescriptible se dejaba notar por el bajo vientre con cada peldaño superado y esa misteriosa sensación, mezcla de miedo y excitación, llegó a acompañarme durante el resto de mi vida.

Este verídico relato lo pongo en conocimiento en el día de hoy porque siempre he pensado que el miedo es una muy extraña emoción. Por un lado es capaz de dejarnos paralizados en el peor de los casos y por otra parte, nos ofrece un sinfín de atrayentes emociones  que convierten nuestro organismo en una burbujeante carga de adrenalina que tonifica cada músculo del cuerpo, dotándolo de bienestar al poco tiempo de ser cesado de estímulos. ¿Quién no se ha dejado tentar por el sobresalto de una película de terror o por una novela gore donde todo puede ser posible y nada es lo que puede parecer; O tirarse en tirolina o realizar algo que sabemos que no está dentro de nuestra capacidades o aptitudes?
Pero claro, aún sabiendo que el miedo es un mecanismo innato de defensa que nos acompaña desde tiempos inmemoriales y nos ayuda a enfrentarnos a un peligro real, también debemos ser conscientes de que  existen miedos psicológicos, imaginarios e incluso irracionales que pueden convertir la vida de uno en una auténtica pesadilla.
Ese miedo, el miedo psicológico, no tiene nada que ver con cualquier peligro real y puede adoptar diferentes formas: preocupación, ansiedad, nervios, tensión, temor, fobia, etc. El miedo psicológico siempre aparece cuando te enfocas en algo que podría ocurrir en un futuro o repetirse del pasado y no en lo que ya está ocurriendo en el mismo presente.

Y ahí quería yo llegar, cuando hablamos de lo  difícil que es controlar la delgada línea que separa el miedo real del imaginario. Eso es lo que pasó en el siguiente relato que paso a narrarles a continuación en mi siguiente entrada, en la etiqueta de cuentos asombrosos y fruto de mi desbordante imaginación y lectura desmedida:

CHARLES BLAKE
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Etiquetas: CONFIDENCIAS
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LOS MUNDOS DE SARA

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