CHARLES BLAKE

Para soñadores que como yo, plasman sus pensamientos sobre un papel en blanco.

lunes, 1 de abril de 2013

EL ANILLO



Hace unos años, leí un antiguo cuento oriental. Buscaba y buscaba alguna historia que pudiera ser leída por mis alumnos con la intención de  que  llevara sus enseñanzas entrelazadas con cada palabra, cada renglón de sabios conocimientos. A día de hoy, suelo recurrir a ella con asiduidad para recordar a mis "chicos y chicas" la oportunidad que les ofrece la vida.
La sabiduría oriental, tan aparentemente alejada de la realidad occidental, guarda sus "tesoros" para ser descubiertos por cualquier mortal que se anime a descubrirlos. La sencillez de sus planteamientos contrasta con la fuerza de sus verdades provocando un aprendizaje vital en quien los lee.
Cuando esta historia cayó en mis manos no pude dejar de sonreir. La leí. Después la releí. Finalmente... la hice mía.
La magia de los cuentos e historias es precisamente que son atemporales, que siempre tienen vigencia en la vertiginosa evolución del hombre hacia no se sabe bien dónde. Son faros guías que iluminan nuestros destinos y nos permiten recordar quienes somos o qué queremos hacer en nuestras vidas.
Ruego que las siguientes líneas sean leídas con atención. Que quien las lea, respire por un instante bajo la piel de quien la protagoniza. Que una vez leída, sea vuelta a leer. Dejad que sus palabras llamen a vuestro corazón, que despierten al ser que llevais en vuestro interior. Si alguien que la conozca considera algún cambio a como la conocía, no tomarlo a mal. Simplemente me dejo llevar. Ya me conocéis.
Disfrutadla:

Ocurrió en un lejano país. Un día se presentó ante un anciano con fama de hombre sabio, un joven de aspecto angustiado y ojos entristecidos. Cuando llamó a su puerta, dijo de forma apresurada:
- Maestro, perdone mi inoportunidad, pero estoy desesperado. Soy un miserable. No sirvo para nada. Me faltas fuerzas para emprender cualquier cosa que me proponga. Cuando  intento algo nuevo, me dejo vencer  por la dificultad. Pienso que en realidad no sirvo para nada. Mi vida es un verdadero fracaso. Ya nadie me escucha ni aprecia la buena intención de mis palabras. Me siento desfallecer. ¿Qué puedo hacer?. Usted es un hombre sabio. Estoy dispuesto a serviros en lo que estiméis oportuno a cambio de vuestra ayuda. Por favor, guíeme hacia una solución.

 El anciano se mesó su barba pausadamente. Lo miró brevemente y pensó su respuesta:
- Es una lástima muchacho que no pueda ayudarte. Primero debería yo mismo de resolver mi propio problema.
Se hizo un incómodo silencio en el portal de su casa. El chico miraba al suelo, el anciano miraba al vacío. Finalmente añadió:
- Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver el asunto que tanto me preocupa.  Quizá tuviera tiempo para tí. Quizá entonces pudiera ayudarte.
- De acuerdo maestro -contestaron unos ojos que volvían a brillar como antaño. Una amplia sonrisa acompañaba ahora al chico- ¿Qué puedo hacer por tí? 
El sabio se miró los largos y delgados dedos de una mano. En el dedo meñique de su mano izquierda portaba un anillo de color gastado.
- Este anillo debe ser vendido para pagar una deuda que me aqueja desde hace siete noches. Cógelo con cuidado y dirígete al mercado de la ciudad para venderlo por la mayor suma posible. Pero no olvides cuando llegues, que no deberás aceptar ninguna oferta que no supere al menos una moneda de oro. ¡Vete, vete cuanto antes y regresa lo más rápido que puedas! - añadió dando pequeños golpecitos en el hombro del muchacho.
Salió corriendo en cuanto cogió el anillo y no tardó en llegar al bullicio de la ciudad. Lo ofrecía a unos y otros con la mejor de sus sonrisas. Recitaba palabras y cantaba versos con melodiosa voz para dirigirse a los transeúntes. Algunos llegaron a interesarse por el anillo, pero en cuanto les anunciaba el precio de semejante pieza, desestimaban la compra sin pensarlo dos veces. Muchos reían al escuchar la oferta; otros ni se dignaban  despedirse mientras se alejaban medio ofendidos.
Tan solo un hombre de edad avanzada que estudió la mercancía  con detenimiento, propuso ofrecerle una moneda de plata y otra de cobre. Se molestó en explicarle al chico con cierta dulzura, que el precio de tal anillo era desorbitado para el valor real que poseía. El joven lo escuchó con educación, pero a sabiendas de las claras instrucciones que le fueron encomendadas, no pudo más que rechazar con un cortés saludo la oferta del buen hombre.
Permaneció allí hasta caer la tarde, intentando una y otra vez la venta a todo aquel que se cruzara en su camino. Abatido una vez más por su fracaso, regresó a la morada del sabio. Su cabeza le decía una y otra vez: "Si pudiera ayudar al anciano.. si tuviera una moneda de oro... yo mismo se la daría al anciano sin pensarlo"
La puerta le esperaba abierta. La casa permanecía en silencio. Cuando entró en la habitación del hombre sabio, susurró:
- Lo siento noble maestro . No pude conseguir lo que me pediste. Podría haber traído dos o tres monedas de plata pero no sería digno de mí. No puedo engañar a nadie sobre el valor real del anillo.
- Hermosas son tus palabras, lúcidos tus pensamientos, joven amigo -contestó alegremente el anciano- Es una verdad incontestable que lo primero que debíamos haber hecho es conocer el verdadero valor del anillo. Deberías acudir al joyero de la plaza y preguntar por su precio. ¿Quién mejor que éste para dar luz a nuestro problema?
El chico lo escuchó con atención. Poco a poco brotaba nuevamente en él un hilo de esperanza ¡Podía ayudar al anciano!. Cuando estaba a punto de salir por la puerta, escuchó las últimas indicaciones del dueño del anillo:
- ¡Espera, chiquillo! Quiero que recuerdes una sola cosa: No importa el dinero que te ofrezca por el anillo. ¡No quiero que se lo vendas! En cuento tengas su respuesta, vuelve de inmediato a mi casa.
El muchacho  obedeció una vez más y dejó el anillo en las expertas manos del joyero. El hombre de mediana edad acarició el material. Al poco dirigió la luz de su lámpara al objeto para observar los detalles. Siguió examinándolo sin prisas, con ayuda de una enorme lupa. Pasó un paño por la superficie, vertió una gota de un líquido extraño en una de sus partes. Por último lo pesó. 
Finalmente sentenció:
- Bueno chico, dile a tu maestro que si desea venderlo ahora, no puedo darle más de 50 monedas por su anillo.
Sorprendido y dubitativo, el joven respondió:
- Pero... ¿Qué monedas?
- ¡Hijo de Dios! ¿De qué van a ser?, pues de oro.   
¡50 monedas! El muchacho no daba crédito a sus palabras y mientras pensaba en el número de monedas, escuchó la voz del joyero por segunda vez:
-   Verás, chico. Si dispusiéramos de tiempo, quizá podríamos sacarle unas 70 monedas, pero me dices que la venta es urgente y... no dispongo de más efectivo.
No dio tiempo a más. El joven agarró el anillo y corrió veloz a la casa del maestro. Debía contarle lo sucedido en la joyería.
El anciano lo esperaba pacientemente en el suelo de su salón.
- Siéntate, mi joven amigo. Te noto acelerado....
El sabio lo escuchó sin interrumpir ningún momento. Dejó que las explicaciones de su joven discípulo, corrieran por su boca como un arroyo en primavera.
Cuando hubo terminado, entonces se dirigió a este con estas sabias palabras:

- Yo diría que tú eres muy parecido al anillo que tuviste entre tus manos. Una joya única, diferente y valiosa; y como tal, solo podrá evaluarte un verdadero experto.
Volvió a colocarse el anillo en su dedo y continuó:
- ¿Pensabas que cualquiera podría descubrir su valor? Muchacho, vivimos en un mundo en el que es fácil ser juzgado. No creas nunca al pie de la letra en lo que puedan decir sobre tí; ni bueno ni malo. Sólo cree en lo que puedes hacer, cree en lo que puedes ser... cree en TÍ. Lo demás... vendrá por sí solo y las personas te verán como tú mismo quieres que te vean.



CHARLES BLAKE

4 comentarios:

  1. Hermoso cuento con un buen mensaje. No somos lo que creemos ser ni lo que otros creen que somos. Somos lo que hacemos.
    Les gustará a tus "chicos-as" y a más de uno podrá ayudarle.
    abrazos

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  2. Muy hermoso este cuento leyenda enseñanza, jejeje, que nos has dejado.
    A veces no le damos importancia a las cosas en todo su valor, somos muy superficiales y no valoramos las cosas en su justa medida.
    Me ha gustado
    un abrazoooooo

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  3. Me ha gustado mucho.Espero que tu vida sea igual. Es un placer que describas las cosas como a todos nos gusta leerlas.Somos loque somos,no lo que deseariamos ser y tu eres especial.muchos besos.

    Irene Goga

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  4. Me gustó, seguro que a tus chicos y chicas también.


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