El ombligo es en muchas culturas un lugar muy
importante, pues al fin y al cabo, es nuestra marca de nacimiento; cuando
éramos solo una criatura en el vientre materno nos alimentábamos por ahí y es la
señal de nuestro proceso de formación y de llegada a la vida.
El ombligo en el Kama Sutra, ya era
señalado por generar una “sensación especial de tocamiento” del cuerpo
femenino. Otros
sentidos más vinculados a la energía y a la vida aparecen en las culturas amerindias.
Un mito andino peruano recogido por fray Antonio Calancha menciona una violenta
disputa entre la deidad solar y Pachacamac por crear a los seres humanos
(runas). Pachacamac crea la primera pareja, y la deidad solar engendró
con su falo y su ombligo a Vichana. En los mitos y las creencias amerindias, el
ombligo también aparece vinculado con la genitalidad masculina. .
Alfredo López-Austin en su enjundiosa obra
Cuerpo humano e ideología: las concepciones de los antiguos nahuas, le
asignó un lugar privilegiado al ombligo en la cosmovisión mesoamericana. El
ombligo es considerado por los nahuas una de las siete oquedades del cuerpo
humano, caracterización que guarda vinculación con el mito de origen de las
siete cuevas.
Filolao de Crotona, filósofo pitagórico griego,
le atribuía al ombligo constituir uno de los cuatro principios que modelan al
animal racional. En su orden de enunciación, el ombligo aparece después del
cerebro y el corazón y antes de las “vergüenzas” presidiendo “el enraizamiento
y crecimiento del embrión, gracias a la cual, el ombligo implícitamente remite
a la unidad orgánica con la madre. En la tradición judaica - al decir de Mircea
Eliade- está presente la siguiente analogía sobre el ombligo: “Así como el
embrión crece a partir del ombligo. Dios ha empezado a crear el mundo por el
ombligo, y de ahí se ha extendido en todas las direcciones.
El ombligo en las antiguas representaciones de
Occidente, aparece vinculado a Venus. Se habla más y se mira más, el ombligo
femenino que el masculino.
El marqués de Sade, convirtió al ombligo en
vasija de dolor en su libro Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela del
libertinaje (1775), para tal efecto se recurre al aceite de oliva
hirviendo, más conocido en la Europa del Siglo de las Luces como aceite de
España. Dolor y placer: dos ingredientes que incluso hoy en día, siguen estando
en boca de los amantes de la libertad sexual sin límite. Pero mejor dejemos a
Sade para continuar el camino...
Algunos
pueblos indígenas de México creían que untando el ombligo de las niñas con miel
se garantizaba que en el futuro fueran dulces y encantadoras; sabrosas y
acarameladas. No están tan lejos de la realidad ya que en si el ombligo
concentra un innegable halo sexual.
Los orientales le dan también una gran
importancia al ombligo, pero no concentran su trascendencia en el amor sino en
la fuerza. El ombligo no es un cáliz vacío sino un manantial en el que emana
nuestra energía. Los taoístas consideran que el cordón umbilical está conectado
al Mar de la Energía. El feto recibe la vida por la abertura de este portal y
cuando el niño ingresa al mundo esta abertura se cierra. En el ombligo se
encuentran el fuego y el agua, donde reside el Ying y el Yang, la puerta de la
vida y la muerte.
Pero no hace tanto tiempo, se llegó a borrar las
imágenes de ombligos en los comienzos fotográficos. El viejo “código moral” de
Hollywood prohibía expresamente su exhibición. Las bailarinas del harén de
muchas películas se veían obligadas a tapar “sus encantos” sin un porqué
razonado. Se decía que podía deberse a que su exhibición indujera a los niños a
preguntar algo indeseable para unos padres que terminaran metiéndose en un
aprieto. Curiosamente, cuando en la segunda mitad del siglo XX, Occidente
supera sus falsos prejuicios, comienza a advertirse en el mundo árabe una
disconformidad a la muestra pública del ombligo. Turquía, Egipto y otros países
con larga tradición comenzaban a considerar algo poco ético y a todas luces
reprochable.
El caso es que pasamos del comienzo del bikini en
las playas americanas y europeas y a las modelos de cine “destapadas”, al
extremo contrario de las norteafricanas,
donde sus ombligos se sumieron en la más profunda oscuridad. Así mismo, la evolución del
ombligo occidental sufrió por dos etapas claramente diferenciadas. Una primera
donde incluso los artistas retrataban la feminidad de formas robustas y en
donde se podía apreciar la redondez del ombligo, a una mucho más actual donde
los hábitos sociales, posturales y de ejercicio físico han optado por darle una
forma mucho más alargada. Un estudio demuestra que incluso las modelos de
belleza de los años 30-40 tenían un ombligo mucho más redondeado que las de las
actuales bellezas femeninas. Principalmente debido a que en muchos casos, es la propia
delgadez de sus figuras la que ha modificado sus formas. Cuando pasa a
convertirse en una hendidura más ovalada y vertical, adquiere a nivel
subsconciente, una forma más genital, y su calidad de símbolo sexual aumenta
considerablemente. Eso dicen los expertos...
Concluyendo, el ombligo es una de las zonas
erógenas más fuertes que tiene el cuerpo humano, especialmente en el de las
mujeres.
Independientemente de la simbología, es innegable
que actualmente el ombligo tiene un matiz decididamente sensual, no en vano ya
son muchas las mujeres que lo llevan al descubierto cuando quieren sentirse admiradas y atractivas,
llegando incluso a redecorarlo con un llamado “piercing”.
Si habéis conseguido llegar al final de estas
líneas, pensad detenidamente a partir de ahora en la trascendencia de un simple
ombligo…el ombligo, esa zona diminuta, que casi pasa de forma desapercibida,
pero que con una simple caricia es capaza de destapar la caja de los truenos
más placentera.
Pero
recordad de que cuando os echéis un vistazo, así… rapidillo, no porque lo tengáis
bonito, penséis en ser “el ombligo del mundo”.
¡Ahí queda eso!
CHARLES BLAKE