CHARLES BLAKE
Para soñadores que como yo, plasman sus pensamientos sobre un papel en blanco.
miércoles, 28 de noviembre de 2012
FRASES SOBRE LA VIDA
"Cuando la vida te presente razones para llorar, demuéstrale que tienes mil y una razones para reír".
Anónimo
"La mayor rémora de la vida es la espera del mañana y la pérdida del día de hoy".
Séneca
"Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo".
Oscar Wilde
"Hay dos maneras de vivir su vida: una como si nada es un milagro, la otra es como si todo es un milagro".
Albert Einstein
"La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla".
Grabriel García Márquez
"La vida es dulce o amarga; es corta o larga. ¿Qué importa? El que la goza la halla corta, y el que la sufre la halla larga".
Ramón de Campoamor
Nota: Existen mil frases sobre la vida, mil razones para vivirla... ¿Que también existen mil dificultades que a veces nos la hace insoportable ? Bueno... ¿y qué? Quizá por eso mismo podremos decir que no es aburrida. Lo importante es escribir "nuestra historia", preferiblemente con "buena letra". Un renglón cada día de acciones y decisiones, de sueños e ilusiones, da igual que cada uno de ellos salga recto o torcido. Si sale recto, estaremos orgullosos de nosotros mismos; si alguno se tuerce...no desesperes: ¡mañana será corregido!.
Al final del camino, si podemos recordar cada sabor, cada día especial, cada uno de los garabatos grabados sobre el lienzo de nuestra existencia, entonces podremos decir que lo que quedó narrado... mereció la pena ser contado.
CHARLES BLAKE
martes, 27 de noviembre de 2012
MUNDO MÁGICO: LOS TRASGOS
Hola Chicos/as:
Me gustaría
hablaros de uno de esos seres fantásticos que habitan los bosques y que a
menudo han sido interpretados de forma confusa. Dentro del mundo eeférico, es
decir, donde los ojos del humano no pueden llegar, existen según las diferentes
mitologías, seres de extraño poder que en ocasiones suelen “contactar” con
nuestro mundo real. Multitud de leyendas los describen como figuras de otro
mundo capaces de lo mejor y lo peor. En
cualquier lugar o cultura, podemos encontrar mil historias sobre duendes,
fantasmas, malos espíritus o hadas que suelen habitar lugares escondidos como
bosques, arroyos, páramos o grutas y que en ocasiones pueden hacer las delicias de quien se tope con ellos o en caso
contrario, convertirla en un infierno. Como habréis imaginado: ¡me encanta escribir sobre estas historias!
En este caso
hablaré de los Trasgos. El trasgo es una criatura mitológica presente en la tradición de muchas culturas del
norte de España, como pueden ser la asturiana, la gallega, la castellana o la cántabra, y presente en
general en la cultura española, principalmente por las raíces celtas. En otros
lugares de Europa también es conocido como gnomo, silfo, kobold.
Comúnmente es
considerado como un tipo de duende travieso y de carácter familiar. En nuestro
país vecino (Portugal )se les llama "strago" o "demonios da mao
furada" (demonios de mano agujereada). Aunque no son malignos, sí que son
muy juguetones y se dedican a las trastadas o travesuras. Son grandes amantes
de la naturaleza.
Existe gran
confusión con respecto a si son lo mismo que los orcos; principalmente debido a
la influencia de la literatura fantástica de Tolkien y otras obras de tipo
fantástico. Lo cierto es que son seres muy diferentes en tamaño y condición.
Aunque haya versiones contradictorias, dependiendo del lugar donde son contadas
sus historias, podríamos afirmar que tienen un tamaño generalmente reducido; no
sobrepasan los 50-60 cm.
En tiempos remotos eran genios de los árboles, o de las
plantas y arbustos como la mandrágora o el boj. De hecho, son grandes conocedores del mundo vegetal. Con la madera de estos
vegetales, se hicieron figuritas talladas, dentro de las cuales habitaban los
Kobolds; y eran guardadas en cajas bajo llave y se llevaban a las casas.
Nadie excepto el propio dueño podía saber que estaban allí. Si abría la caja cualquier
otra persona que no fuera el propietario de la misma, el trasgo se escapaba y producía
toda clase de desmanes.
Cuando entran en contacto con los humanos, suelen buscar el cobijo
en casas llenas de niños. Ellos
son los responsables de los pequeños contratiempos que sufrimos a diario:
esconden las cosas cuando las buscamos, rompen los platos, hacen que se derrame
la leche al fuego, espantan a los animales...¡Pero no tener miedo! Suelen representar
la buena suerte y les gusta oir cómo ríen los niños y la familia al completo.
Su piel es
verdosa o pardusca, suelen usar ropajes que camuflen su figura entre las
plantas, con ojos expresivos de color negro azabache y piernecillas
delgaduchas. La orejas prominentes y la sonrisa burlona no dejan indiferente
para quienes hayan tenido la suerte de verlos. Su carácter es alegre pero al
mismo tiempo travieso, incluso caprichoso, diría yo. Les encanta dejarse notar. A veces,
cuando la convivencia con ellos resulta insoportable, la única manera de que
abandonen el hogar es planteándoles retos. Su inteligencia es “justita” y
apenas saben contar hasta diez. Las tradiciones aconsejan que en estos casos se
les obligue a contar granos de maíz (cosa que les desesperará hasta abandonar)
u ordenarles llevar agua del río en una cesta de castaño (el agua se le caerá
antes de llegar a su destino).
Sus lugares
favoritos suelen ser las despensas, las cocinas, los desvanes y las cuadras. No
suele servir de mucho el cambiar de casa. Lo digo por si lo habíais pensado, puesto que cuando cogen cariño a una
familia, la acompañan a donde vayan.
Pero llegados
a este punto, no sería correcto hablar de aquellos trasgos que no entran en
esta clasificación. Hablamos de los trasgos mal intencionados, malvados y
traicioneros. Aquellos que no se nombran. Suelen vivir lejanos a civilización al contrario que sus
congéneres. Odian todo lo relacionado con lo humano. De tamaño considerable y
olor corporal intenso. Son poco higiénicos y les encanta restregarse por la
maleza. Sus rasgos desproporcionados y facciones angulosas no los hacen entrar
en el prototipo de “belleza”. Frecuentan
lugares oscuros de los bosques y su carácter huraño les hace tener pocos
amigos. Son egoístas y ladronzuelos entre sí mismos, amantes de todo lo que no
sea suyo. Los encuentros entre humanos y trasgos de este tipo son contados, y
apenas quedan escritos sobre éstos.
¿Precioso, verdad?
Cuentos,
leyendas , historias… en cada rincón del mundo aparecen variantes, cada cual más intrigante. En fin, si a
partir de ahora escucháis un ruidillo extraño en casa, o veis cambiar de sitio
unas llaves o algo de vuestra habitación, no dudarlo: ¡un trasgo vive en el
hogar! Claro está, si vivís en la ciudad, os aseguro que la imaginación será la
culpable de vuestros males. ¡Los trasgos no habitan lejos de la naturaleza!.
CHARLES BLAKE
CURIOSIDADES DE NUESTRO IDIOMA
El otro día, navegando por internet, me encontré con un artículo muy curioso y representativo sobre la lengua española y su relación con el mundo literario. Me gustaría compartirlo con vosotros/as:
El idioma español, segundo idioma más estudiado en el mundo y uno de los seis utilizados oficialmente por la O.N.U., cuenta con alrededor de
trescientas mil palabras/conceptos diferentes (sin contar variaciones ni
tecnicismos o regionalismos); el diccionario de la Real Academia
Española define unas 88.500 palabras, sin embargo un diccionario de uso
común no llega ni a la mitad de ellas.
Una persona normal utiliza cotidianamente alrededor de 300 palabras,
si es culta y está informada utilizará unas 500 y si es periodista o
escritor, la cifra se eleva hasta las 3000 palabras utilizadas.
Cervantes, uno de los grandes genios, utilizó 8ooo palabras en toda su obra. Como dato curioso, un perro muy bien entrenado, puede entender unas 1000 palabras (que ya es mucho, diría yo).
En un texto, el 45% de las letras usadas son vocales, y por este orden: “E, A, O, I, U”.
La letra más utilizada en el español es la “E”,
seguida de la “A”, la “O” y la “I”; las consonantes más frecuentes son:
S, R, N, D, L y C. La regla mnemotécnica para el español sería “EAOSR
NIDLC” o bien “EAOSN RILDUT”.
F, Z, J, X, W y K se usan tan poco que
entre todas suman el 2% de un texto.
El alfabeto, ordenado según el uso de las letras, quedaría así:
E, A, O, S, R, N, I, D, L, C, T, U, M, P, B ,G ,V, Y, Q, H, F, Z, J, X, W y K.
Por último, en los textos literarios, el punto y la coma son mas utilizados que el 50% de las palabras.
Dicho esto, me planteé una duda "existencial": Si una persona llamada normal utiliza alrededor de 300 palabras, y otra informada o culta unas 500 ¿no es relativamente poco?. Sin poner en cuestión el mencionado artículo, pensé en cuántas de ellas podría utilizar un estudiante universitario, es decir, el individuo medio situado entre las personas carentes de formación académica por el motivo que sea, y el adulto insertado en la sociedad con estudios y experiencia vital.
He escuchado en multitud de ocasiones que los jóvenes en la actualidad, hacen mal uso del idioma español a través de las
redes sociales. Con el uso de los diferentes medios de comunicación, se pueden
evidenciar los distintos cambios que realizan los jóvenes dentro de un
aula de clase y fuera de esta, principalmente en las redes sociales
frente al uso de la escritura, sin valorar su idioma español y generando en consecuencia
una pobreza lingüística fruto de su dejadez, falta de formación o afán de abreviar tiempo y eficacia en sus mensajes. Por otra parte, es justo reconocer que toda evolución del idioma viene precisamente producida por el uso cotidiano de sus hablantes y en el caso de los jóvenes, éstos suelen representar en la mayoría de los casos, uno de los principales motivos de la inclusión de nuevos términos; ya sea por sus "jergas sociales" o por "heredar" extranjerismos que se ponen de moda.
No sé vosotros, pero aunque bien es cierto que en muchos casos se produce una involución de nuestro idioma, no por ello podemos dejar de pensar que haya personas con la capacidad de usar el lenguaje escrito de forma correcta, tengan la edad que tengan o hayan recibido mayor o menos formación.
¿Y vosotros? ¿Qué pensáis?.
lunes, 26 de noviembre de 2012
JULIO CORTÁZAR
Reconozco no haber
leído hasta ahora nada del escritor argentino, aunque nacionalizado francés, Julio Cortázar (1914-1984). Siguiendo
las indicaciones de una de mis estimadas seguidoras del blog, accedí a
sumergirme en el relato recomendado en cuestión. Mi sorpresa fue mayúscula al
encontrarme con el talento narrativo de este singular escritor; considerado por
muchos como uno de los autores más innovadores y originales de su tiempo, más
si cabe por su forma de hacer una literatura poco convencional tanto en sus
relatos cortos como prosa poética. Quizá mi atracción inmediata al leer, y leer
y releer por varias veces “La
continuidad de los parques” quedó confirmada al narrar de magistral forma,
una temática que personalmente siempre me ha atraído: el paralelismo entre la fantasía y la realidad. Con ello quiero
decir que, si tienen la suerte de dejar caer entre sus manos este relato, o
dejarse llevar en este caso por lo que a continuación les transcribo, comprobarán
la carga de simbolismo que hay en cada uno de sus párrafos:
LA CONTINUIDAD DE LOS PARQUES:
“Había empezado a leer la
novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla
cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la
trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una
carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías
volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de
los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo
hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su
mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer
los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes
de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del
placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y
sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto
respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de
los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a
palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia
las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del
último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa;
ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama.
Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las
caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta,
protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se
entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo
anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que
todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo
del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la
figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado:
coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía
su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía
apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer. Sin
mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la
puerta de la cabaña.
Ella
debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió
un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez,
parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva
del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y
no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres
peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban
las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una
escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación,
nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano. La
luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la
cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela”.
Opinión
personal:
El título de la obra es
ya de por sí muy significativo. Comprobaréis que el autor “juega” con el
paralelismo entre dos mundos, dos realidades que subyacen dentro de una misma
historia. Basándose en lo que llamaríamos literatura fantástica (por la que
siento gran devoción), los parques son el enlace que existe entre las dos
dimensiones existentes: la del lector y la de los amantes. A continuación añadiré
que el relato podría perfectamente dividirse en dos partes bien diferenciadas:
la primera referida al lector y el desarrollo del cuento o relato (contada al
mismo tiempo por un narrador omnisciente o exterior), y una segunda que no es
más que la fusión entre ambas ficciones, con un desenlace inesperado.
En cuanto a los
personajes… ninguno tiene desperdicio. Trazados con simples retazos, el
escritor nos describe personalidades contradictorias. El personaje lector nos
lo podemos imaginar cómo un hombre de negocios, esmerado, metódico y de muy
buena posición social. No le gusta perder el tiempo, ni siquiera leyendo en un
tren. La lectura solo es un pasatiempo en su quehacer diario. Lo importante en
su vida son los negocios y por ello discute con el mayordomo y se hace cargo
del apoderado. Es la representación del “materialismo”. Así mismo, le gusta
recrearse en sus lujos, en sus momentos de asueto, en el dulce placer del tacto
sobre el terciopelo de su sillón verde. Un nuevo símbolo aparece en escena con
el sillón. Éste será el reclamo para que quien lea el libro descubra la
realidad a la que se enfrenta.
Por otra parte,
aparecen los amantes en la segunda escena. En principio no son más que la simple lectura del
hombre rico que se recrea en su lectura. El ritmo de la lectura se hace más
intenso, más vivo, repleto de imágenes donde el narrador se alía al lector.
Aquí entraría en juego un segundo mundo. Un mundo (el bosque y la escondida
cabaña) donde todo es más abrupto, más duro, menos cómodo que una mansión. La
rama golpea en la cara del hombre… ella intenta besarle con ternura, él se
retrae bruscamente dándole a entender que no ha venido al encuentro para
amoríos. En esta ocasión no. Algo más tenebroso como el propio asesinato les ha
llevado hasta allí. Pasión y vileza se cogen de la mano asombrosamente: “El
puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada” con
esta frase el autor pone en alerta al lector. Algo extraño, poco deseable...
puede ocurrir. Se utiliza metafóricamente “un arroyo de serpientes” como algo
maligno, mal intencionado que puede suponer el logro de su libertad, la libertad
de dos enamorados que viven el amor prohibido. Todo está planeado, es el
momento donde se toma la decisión de separarse para abrir paso al futuro, un
futuro prometedor. La última mirada del amante la dirige hacia ella cuando ésta se aleja; refleja su estado de ansiedad,
su deseo de coger fuerzas para lo que tiene encomendado. Entonces aparecen las
primeras señas de identidad de la casa del lector: los perros, el mayordomo
ausente… y un detalle de genialidad que me asombró al releer la obra: Un peldaño
(su mundo de amor escondido, la ficción), dos peldaños (el hogar del enemigo,
la realidad) y tres peldaños (el desenlace, la unión entre los dos mundos).
Finalmente, todo ocurre vertiginosamente, casi sin tiempo a desviar nuestra
atención: el hombre que está leyendo, el sillón verde…
Simplemente: ¡Impresionante!
Charles Blake.
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